Tellima grandiflora

La Tellima grandiflora  es una encantadora planta tapizante y persistente que esconde bajo su apariencia etérea una gran robustez. Merece un lugar destacado por la elegancia de su follaje generoso que a veces se tiñe de púrpura, y adquiere magníficos tonos otoñales antes de volverse rojo en invierno. Ofrece, desde primavera hasta verano, multitud de espigas aéreas cubiertas de pequeñas campanillas crema teñidas de verde, similares a las de los Coralitos. Resistente, capaz de sofocar las malas hierbas, es una planta adaptada a todo tipo de sombras, que prosperará bajo los arbustos, incluso en suelos llenos de raíces.

La Tellima grandiflora pertenece a la familia de las Saxifragáceas y su origen norteamericano se extiende desde los bosques húmedos del norte de California, pasando por la Columbia Británica, hasta Alaska. Esta vivácea forma una roseta de 50 cm de altura por 30 cm de anchura. Se propaga rápidamente por siembra y forma una buena cubierta vegetal. Las hojas, persistentes a semiperennes, tienen la misma elegancia que las de los Coralitos, redondeadas y dentadas, en forma de corazón. Son pubescentes pero de un verde brillante, a veces teñidas de rojo oscuro. Se vuelven rojas con los primeros fríos. De mayo a julio, racimos de pequeñas campanillas crema-verdosas de 60 cm de altura emergen del follaje. Las flores nectaríferas atraen a las mariposas.

La Tellima grandiflora  es original y adaptable. Se utiliza en macizos, en grupos, en bordillos, en rocallas, en sotobosques y destaca como cubresuelos en lugares poco soleados, incluso secos, y en rincones difíciles del jardín. A menudo mezclada en estado silvestre con otras plantas como Tiarella, carex y helechos, se puede reproducir esta asociación en sotobosques frescos. También acompañará muy bien a la sombra seca a las vincas, los lamios, las acantos, el Geranium phaeum o nodosum y las vigorosas consueldas.