
Abejas silvestres o domésticas: ¿qué especies se encuentran en nuestros jardines?
¿Cuál es el papel de las abejas domésticas, solitarias y los abejorros en nuestro medio ambiente?
Contenido
¡Abeja… la palabra está suelta! Y ya muchos de vosotros retrocedéis ante la idea de sus posibles picaduras. Sin embargo, más allá de este raro inconveniente, estos insectos de la clase de los Himenópteros desempeñan un papel fundamental en la naturaleza y en nuestro jardín. ¿Sabíais que, sin estos insectos polinizadores, podríamos despedirnos de al menos un tercio de las frutas y verduras que consumimos habitualmente?
Pero detrás del término «abeja» también se esconden muchas ideas preconcebidas. En particular, aquella que reduce a la abeja únicamente a la producción de miel. Cuando en realidad existe una multitud de especies con costumbres opuestas, pero que todas encierran una importancia capital para nuestro entorno y el mantenimiento de una diversidad vital.
Descubramos juntos las diferentes especies de abejas, las más comúnmente encontradas en nuestras latitudes, y sobre todo qué roles desempeñan para la supervivencia del planeta.
Las abejas en el jardín: una diversidad valiosa
La palabra «abeja» suele evocar en el imaginario popular a un insecto, generalmente rayado, velloso, que vuela de flor en flor. Y muchos no distinguen bien entre una abeja y una avispa… Sin embargo, en el lenguaje naturalista, la abeja agrupa a insectos himenópteros de tamaño más bien fino, generalmente provistos de pelos, que recolectan néctar y polen para alimentar a su progenie. Pero, en nuestras latitudes, existen numerosas especies de abejas diferentes.
¿Qué es una abeja en sentido amplio?
En la Francia metropolitana, existen más de 1000 especies de abejas diferentes, todas miembros de la familia Apoidea, y más de 2000 en Europa. Es decir, la diversidad reina entre las abejas. Pero dos puntos en común las unen: el hecho de que todas poseen dos pares de alas membranosas con venas gruesas y una lengua más o menos larga, llamada glosa, que les permite recolectar el néctar de las flores. Por lo demás, difieren en tamaño, pilosidad, color, comportamiento, modo de vida, ciclo vital, hábitos alimenticios…
Todas las abejas están indisolublemente ligadas a las plantas con flores, de las que recolectan néctar y polen, para alimentarse y alimentar a su descendencia. Por eso todas las abejas tienen un papel esencial en las cadenas de polinización.
Abejas sociales y abejas solitarias: dos modos de vida diferentes
Entre las abejas, solo unas pocas especies son sociales, en el sentido de que viven en una sociedad organizada, con una reina, obreras, una jerarquía interna y castas. Es el caso de la abeja melífera (Apis mellifera), la única abeja domesticada por el hombre para la producción de miel, polen, propóleo, jalea real o cera. Pero este emblema de la apicultura representa solo una mínima parte de las 1000 especies de abejas.

Las abejas domésticas y los abejorros, dos especies sociales
Los abejorros (Bombus), también son himenópteros sociales, y pertenecen a la familia Apidae. Estas grandes abejas peludas también viven en colonias que tienen la particularidad de ser anuales. Están muy extendidos en el norte y en zonas altas.
La mayoría de las abejas silvestres son solitarias: cada hembra construye sola su nido, pone sus huevos y luego no se ocupa más de su descendencia. Este modo de vida, menos espectacular que el de las colmenas, es sin embargo fundamental para la biodiversidad floral. Más aún cuando la población de abejas silvestres ha caído casi un 25% en Europa en 30 años. Y más del 10% de las especies de abejas solitarias están en peligro de extinción.
Las especies de abejas sociales más frecuentemente observadas
Comencemos por interesarnos en las abejas sociales que viven «en familia». Podemos distinguir las abejas domésticas o melíferas (Apis mellifera) y los abejorros (Bombus).
La abeja doméstica, un modelo social fascinante
La abeja doméstica es la más conocida y la más frecuentemente observada de todas. Muy presente tanto en zonas rurales como en la ciudad, no es estrictamente salvaje: vive en colmenas gestionadas por el hombre, pero también puede instalarse en estado libre en un tronco hueco o un viejo muro. Forman colonias perennes, capaces de sobrevivir varios años.

Las abejas domésticas, una vida en castas
El ciclo de vida de una colonia se basa en una repartición precisa de los roles. La reina, única hembra fértil, pone hasta 2.000 huevos al día en primavera. Es fecundada una sola vez en su vida durante un vuelo nupcial, pero conserva los espermatozoides durante varios años. Los huevos dan nacimiento a tres castas diferentes, según su alimentación y el tipo de célula: las obreras, hembras estériles que se encargan de todas las tareas de la colonia, los zánganos, machos destinados a la reproducción, y a veces una nueva reina, que reemplazará a la antigua en caso de necesidad.
Activas desde que las temperaturas superan los 10 °C, las abejas domésticas visitan una gran variedad de flores para recolectar néctar y polen, que llevan a la colmena para alimentar a la cría y producir miel. Son polinizadoras generalistas, pero su presencia por sí sola en el jardín no es suficiente para el equilibrio biológico.
El abejorro, una presencia robusta e indispensable
El abejorro (Bombus) es también una abeja de pleno derecho. Dotado de una morfología rechoncha y de una pilosidad densa, se muestra resistente al frío. A menudo se le reconoce por su vuelo ruidoso y su modo de recolección vibrante, muy útil para la polinización de ciertas hortalizas como los tomates. Existen evidentemente diferentes especies de abejorros, entre las cuales el abejorro terrestre (Bombus terrestris), llamado «cul blanco», el más grande y extendido, el abejorro de las piedres (Bombus lapidarius) que le gusta establecer su nido en las piedras viejas, o el abejorro de los campos (Bombus pascuorum), muy pacífico, que anida en superficie en un rincón discreto.
Las abejas solitarias, discretas pero indispensables
Al lado de la abeja doméstica y los abejorros, existen en Europa varios cientos de especies de abejas solitarias mucho menos conocidas, pero sumamente esenciales. Se las califica de «solitarias» porque la hembra fundadora construye su nido sola y no tiene ningún contacto con su descendencia. Estas abejas se agrupan en seis familias: los colétidos, los halíctidos, los andrénidos, los melítidos, los megachílidos y los antroforidos. Estas abejas se dejan observar fácilmente. Todas construyen nidos muy variados, que pueden dividirse en tres grupos: los nidos libres sobre diferentes soportes, los nidos en el suelo para las especies terrícolas, y los nidos xilícolas en madera muerta, tallos, ramas, o en galerías excavadas por la hembra.
Entre las numerosas abejas solitarias, podemos mencionar:
- Las abejas albañiles que construyen o tapan su nido con barro (Osmia cornuta, Osmia bicornis).
- Las abejas carpinteras que excavan en la madera para hacer su nido (Xylocopa violacea, Xylocpa valga).
- Las abejas tapiceras que utilizan hojas gruesas que no se desintegran (Megachile centuncularis).
- Las abejas terrícolas que viven en la tierra o la arena (Andrena).
- Las abejas algodoneras que utilizan las fibras de las plantas (Anthidium manicatum).
Diferentes especies de abejas solitarias ( Osmia cornuta, Xylocopa violacea, Megachile centuncularis, Andrena et Anthidium manicatum)
También existen abejas parásitas como la abeja prímula que pone sus huevos en los nidos de otras abejas. Hay una abeja prímula diferente para cada especie de abeja solitaria.
¿Cuáles son los roles de las abejas en la naturaleza?
Las abejas tienen sobre todo un papel de polinizadoras, junto a las mariposas y las moscas. Pero son ellas las que se encargan del trabajo en aproximadamente un 90%. Podemos decir que son indispensables para la reproducción de las plantas y la producción de fruta y verduras. Algunos especialistas incluso mencionan una cifra: el 75% de la producción mundial de cultivos alimentarios depende de la acción de los polinizadores, entre los cuales las abejas ocupan el primer lugar. Por lo tanto, las abejas juegan un papel importante en la vida de los jardines, en la renovación de la naturaleza y en la agricultura.
Cabe destacar que las abejas solitarias son igual de indispensables que las abejas domésticas. Polinizan una variedad más amplia de flores, a veces ignoradas por las abejas domésticas, salen de la diapausa (reposo invernal) antes, a menudo desde marzo en el caso de las Osmias, participando así activamente en la polinización de los árboles frutales de floración precoz. Por último, con las abejas solitarias, el polen, simplemente adherido a sus pelos, se dispersa con más facilidad.
Las abejas también participan en la transferencia del polen de variedad a variedad dentro de una misma especie.
¿Cómo crear un jardín favorable para las abejas?
Hoy nos enfrentamos a una realidad alarmante: el pronóstico vital de algunas abejas silvestres está comprometido. Y las abejas domésticas sufren olas de mortalidad significativas. Las causas son múltiples: desde el cambio climático hasta la agricultura intensiva y el uso de pesticidas, la desaparición de hábitats naturales y la escasez de plantas mesícolas, sin olvidar los estragos del avispón asiático.
Por eso, en nuestro jardín, cada uno tiene un papel que desempeñar, ¡por pequeño que sea! Se pueden implementar acciones sencillas:
- Ofrecer una amplia variedad floral desde principios de primavera hasta finales de verano, con una buena proporción de plantas autóctonas y evitando las flores dobles. Podemos priorizar las umbelíferas (angélica, astrancia, eryngium…), las asteráceas (tanaceto, gaillardia, aster…), las brasicáceas (Aubriete, alysso, erysimum, iberis…), las crasuláceas (sedum, Echeveria, Siempreviva, crassula…)… o bien flores con corolas más profundas como las lamiáceas (lavanda, agastache, ajuga…) o las fabáceas.
- Plantar arbustos con madera hueca (saúco, buddleia, espirea, sinforina, Común frambuesa…) que serán podados.
- Dejar un espacio donde la vegetación pueda desarrollarse de forma natural, como un «jardín silvestre».
- Preservar zonas libres y salvajes como zarzales, setos o hiedra.
- No cortar una franja de césped para permitir que la vegetación espontáneo se establezca.
- Crear un talud o montículo poco vegetado para las abejas terrícolas.
- Formar un montón de madera con ramas gruesas, troncos de árboles o vigas en un lugar soleado y aislado.
- Instalar refugios para abejas (nidos o hoteles de insectos, simples haces de madera hueca (bambúes, cañas) o troncos perforados con agujeros de diferentes profundidades).
- Suscribirse
- Contenido

Comentarios