La Agastache rugosa ‘Alabaster’, también llamada Menta coreana, es una vivácea aromática de porte erecto que aporta frescura y ligereza a los macizos de verano gracias a sus largas espigas florales de un blanco verdoso. Su floración abundante y melífera, sobre un follaje verde oscuro con aroma mentolado y anisado, es muy atractiva para abejas y mariposas. Se cultiva fácilmente en suelo drenado, al sol, y muestra una buena resistencia a la sequía una vez bien enraizada. Poco exigente, encuentra su lugar en macizos, bordillos o incluso en macetas para perfumar terrazas soleadas. Su rusticidad de hasta –15 °C la hace apta para la mayoría de las regiones.
La Agastache rugosa 'Alabaster', también denominada Agastache foeniculum var. album, Agastache foeniculum 'Alabaster', pertenece a la familia de las lamiáceas. Originaria del este de Asia, especialmente de China, Japón, Corea, Taiwán y el Lejano Oriente ruso, la especie tipo prospera en los valles fluviales de estas regiones. Este cultivar 'Alabaster' se distingue por sus flores blancas, que contrastan con los tonos lavanda-azul de la especie tipo. Su porte es erecto y arbustivo, alcanzando generalmente 90 cm de altura y 45 a 60 cm de anchura. El crecimiento es rápido, con una floración que comienza desde el primer año. Las hojas son ovaladas a lanceoladas, de color verde oscuro, miden unos 4 a 9 cm de largo y desprenden un aroma anisado al frotarlas. Los tallos son cuadrados, robustos, y el sistema radicular es fibroso y superficial. Las flores, agrupadas en espigas cilíndricas de 10 a 15 cm, aparecen desde mediados del verano hasta principios del otoño. Son tubulares, de color blanco puro, y muy apreciadas por polinizadores como abejas y mariposas. Los frutos son núculas marrones, secas y no comestibles. Utilizada en la medicina tradicional china por sus propiedades antibacterianas y antifúngicas, la Agastache rugosa también se valora en cocina para aromatizar tés y ensaladas.
En un bordillo soleado o un xerojardín, la Agastache rugosa ‘Alabaster’ juega con la luz, adora el sol y los suelos porosos, incluso pobres. Se combina con naturalidad con las inflorescencias azules de un Eryngium planum, las panículas azuladas de la Amsonia hubrichtii o las matas ligeras de la Stipa tenuissima ‘Pony Tails’. Juntas, estas viváceas crean un cuadro dinámico, relajante y decididamente seco, donde los tonos suaves y las texturas finas evocan paisajes abiertos. En maceta, en una terraza, ‘Alabaster’ es igual de generosa, atrayendo insectos y miradas.