Alimentar el suelo de forma natural

Alimentar el suelo de forma natural

Fertilizar tu huerto ecológico: compost, estiércol, abonos verdes y purines

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Modificado el 26 Febrero 2025  por Ingrid B. 4 min.

Alimentar el suelo de forma natural es la base del huerto biológico. En efecto, para desarrollarse bien y producir en abundancia, los planteros y semilleros de hortalizas requieren generalmente una tierra rica en humus, con abundantes nutrientes. Estos elementos principales, el nitrógeno, el fósforo y el potasio, se consumen durante el crecimiento vegetal.

En jardinería y huerto natural y biológico, la fertilización consiste en alimentar a los organismos vivos del suelo (las lombrices, los insectos descomponedores, las bacterias y los hongos…) que, a su vez, alimentarán la tierra que nutrirá las plantas. El objetivo no es simplemente aportar nutrientes a las plantas, sino también mejorar, a largo plazo, la textura de la tierra. Aquí tienes nuestros consejos.

Invierno, Primavera, Verano, Otoño Dificultad

¿Por qué fertilizar el suelo de forma natural: las ventajas?

Fertilizar de forma natural tu huerto es mucho más que un simple gesto ecológico: es un método sostenible que beneficia a la biodiversidad, mejora la calidad del suelo y fortalece la resistencia de las plantas. A diferencia de los fertilizantes químicos, que pueden empobrecer la tierra a largo plazo y alterar el equilibrio biológico del suelo, las enmiendas orgánicas nutren todo el ecosistema. Aquí te explicamos por qué adoptar este enfoque es beneficioso para tu huerto:

Un impacto positivo en la biodiversidad

El suelo es un verdadero ecosistema, que alberga millones de microorganismos (bacterias, hongos, lombrices, insectos descomponedores) que desempeñan un papel esencial en la fertilidad del huerto. Al utilizar compost, estiércol o abonos verdes, alimentamos a estos organismos vivos, que a su vez:

  • Descomponen la materia orgánica y liberan gradualmente los nutrientes necesarios para las plantas.
  • Airean el suelo al excavar galerías (especialmente las lombrices), facilitando así la penetración del agua y las raíces.
  • Mantienen un equilibrio natural, limitando la proliferación de parásitos y enfermedades del suelo.

Por el contrario, los fertilizantes químicos, a menudo solubles, aportan nutrientes de manera brusca y desequilibrada. Favorecen un crecimiento rápido de las plantas, pero a largo plazo debilitan la actividad biológica del suelo, haciendo que los cultivos sean más dependientes de aportes artificiales.

Una mejor estructura del suelo: más blando y rico en microorganismos

Un suelo bien estructurado es la clave de un huerto productivo. La materia orgánica procedente de compost, estiércol y mantillos mejora la textura del suelo al:

  • Evitar el compactamiento y favorecer un suelo blando, fácil de trabajar.
  • Aumentar la capacidad del suelo para almacenar y liberar nutrientes gradualmente.
  • Crear un entorno propicio para la vida subterránea, esencial para la salud del huerto.

Los fertilizantes químicos, por su parte, no mejoran la estructura del suelo. Peor aún, en caso de uso excesivo, pueden volverlo compacto y empobrecido, limitando así el desarrollo de las raíces y la circulación del agua y el aire.

Una mejor retención de agua y mayor resistencia a enfermedades

Un suelo enriquecido de forma natural actúa como una esponja, reteniendo el agua de manera más eficiente y evitando los excesos que favorecen el desarrollo de enfermedades fúngicas. Gracias a la materia orgánica, el suelo:

  • Absorbe y retiene la humedad, reduciendo así la necesidad de riego.
  • Crea un entorno más equilibrado para las plantas, permitiéndoles resistir mejor el estrés hídrico y climático.
  • Mejora la asimilación de nutrientes por parte de las plantas, fortaleciendo su sistema inmunológico contra enfermedades y ataques de plagas.

Aportar materia orgánica

Para fertilizar de forma natural, aportamos materia orgánica a partir de:

  • del compost: los residuos del jardín así como los desechos de la cocina (pieles, restos de comida…) se almacenan y degradan por los microorganismos para obtener una enmienda que se devolverá al jardín. El compost puede ser de origen comercial.
  • de los estiércoles de animales (caballo, aves de corral, vaca…): están compuestos de excrementos (dominante nitrógeno), pero también de la hojarasca (paja, materia carbonada), lo que equilibra la mezcla. Estos estiércoles no deben usarse frescos, sino bien descompuestos, al igual que el compost. Se encuentra fácilmente estiércol deshidratado en forma de gránulos. Esta solución resulta práctica cuando se reside en la ciudad.

Utiliza siempre estiércol bien descompuesto

La fertilización se realiza preferentemente en otoño o a principios de primavera, a razón de 3 kg de compost o estiércol por m2.

Estos aportes podrán complementarse con:

  • el uso de abonos verdes (facelia, mostaza india, veza, alforfón…) pero también de mantillo de origen orgánico (césped seco, residuos de poda triturados) que tienen la ventaja de cubrir el suelo mientras lo nutren al descomponerse,
  • productos naturales fitostimulantes como el purín de ortiga (dominante nitrógeno) o el purín de consuelda (rico en potasio y boro). Estos purines actúan rápidamente, estimulan el crecimiento, la floración y la fructificación. Usados en pulverización, también mejoran la resistencia foliar.

Nota bene: además de los abonos verdes, las fabáceas (guisantes, judías, habas, trébol, altramuz, veza) captan el nitrógeno del aire y lo restituyen al suelo, reduciendo así la necesidad de abonos. El tagete (clavel de Indias) y el lino, por su parte, mejoran la estructura del suelo al mismo tiempo que alejan ciertas plagas como los nematodos y los insectos nocivos, favoreciendo así un huerto más sano y equilibrado.

Las precauciones indispensables durante las fertilizaciones

  1. Respetar las necesidades de las plantas teniendo en cuenta el «apetito» del vegetal que se planea cultivar después de la fertilización. Por ejemplo, el ajo no requiere una enmienda previa, a diferencia de las calabazas que solo fructifican en suelos muy ricos.
  2. No enterrar la materia orgánica. Los aportes deben realizarse en superficie, es inútil e incluso perjudicial enterrar profundamente el compost o el estiércol, especialmente si no está maduro. Un simple escardado a una profundidad de 5 a 10 cm es suficiente, los gusanos de tierra y otros organismos vivos del suelo se encargarán de realizar la mezcla.
  3. No fertilizar en exceso. Los aportes excesivos debilitan las plantas mientras liberan nitratos, perjudiciales para el medio ambiente.

La lombriz de tierra: un actor esencial en la fertilización del suelo