Trébol blanco enano nain - Trifolium repens

El trébol enano blanco es una leguminosa vivácea, que se puede utilizar como abono verde durante varios años o como planta forrajera. Tiene la capacidad de fijar nitrógeno atmosférico en sus raíces. Es una planta herbácea melífera, de 10 a 15 cm de altura. Este abono verde permitirá aflojar la tierra, limitar el crecimiento de malas hierbas y combatir la lixiviación del suelo o el impacto de las lluvias. Siembra en marzo-abril o, en su defecto, en septiembre.

El trébol blanco enano pertenece a la familia de las Fabáceas (antiguamente leguminosas) y al género Trifolium, como el trébol violeta o el trébol de Alejandría. Estos diferentes tréboles se caracterizan por sus hojas con 3 folíolos y por su capacidad de fijar nitrógeno atmosférico en el suelo. El trébol enano blanco se distingue por su pequeño tamaño (10 a 15 cm de altura). Posee un sistema de raíz importante, que permite reestructurar el suelo. Su floración, en forma de cabezas esféricas blancas, ocurre durante todo el verano. Muy resistente, se adapta a todo tipo de suelos, excepto los demasiado ácidos o húmedos. Puede sembrarse en un lugar aislado, mezclado con césped o utilizado como forraje.

Muy utilizados en jardines cultivados de forma ecológica, los abonos verdes como el trébol enano blanco tienen numerosas ventajas. Nutren y sanan la tierra aportándole diferentes nutrientes y estimulando la vida microbiano del suelo. Sus raíces aflojan la tierra, la descompactan y la airean. Además, la presencia de una cubierta vegetal protege los suelos de la lixiviación (pérdida de nutrientes en suelo arenoso), del impacto de las lluvias (formación de una costra en suelo limoso) y de la erosión (debido al escurrimiento en caso de fuertes lluvias en terrenos inclinados). Esta cubierta vegetal también ayuda a limitar el crecimiento de malas hierbas evitando el desarrollo de plantas no deseadas. Por último, los abonos verdes suelen ser melíferos y atraen a los polinizadores.

Los abonos verdes se siembran en parcelas no cultivadas o en espacios intercalados, entre hileras de hortalizas. Se destruyen de forma natural por las heladas o mediante el corte antes de la formación de semillas. Una vez destruidos, pueden dejarse en el lugar como acolchado, triturarse e incorporarse a las capas superficiales del suelo, o recogerse y añadirse al compost.