Trébol rojo - Trifolium pratense

El trébol violeta, en latín Trifolium pratense, es una pequeña vivácea de la familia de las leguminosas que se utiliza como abono verde durante varios años o como planta forrajera. Sus raíces tienen la capacidad de fijar nitrógeno atmosférico, que restituirá al suelo, lo que permite reducir los aportes de fertilizantes. También es una planta melífera, cuyas flores de color rosa oscuro, ricas en néctar, alimentan a los insectos polinizadores. A través de su sistema raíz, afloja la tierra, limita la proliferación de hierbas indeseables, combate la lixiviación del suelo o el fenómeno de encostramiento ligado a las lluvias. Se siembra de marzo a agosto.

El trébol violeta pertenece a la familia de las Fabáceas (antiguamente leguminosas) y al género Trifolium como el trébol blanco o el trébol de Alejandría. Estos diferentes tréboles se caracterizan por sus hojas con 3 folíolos y por su facultad de fijar nitrógeno atmosférico en el suelo. El trébol violeta presenta una buena resistencia al frío y desarrolla una manta vegetal importante. Durante el verano, florece en forma de cabezas esféricas de color rosa oscuro. El trébol violeta se adapta a todo tipo de suelos.

Muy utilizados en los jardines cultivados de forma ecológica, los abonos verdes como el trébol violeta tienen numerosas ventajas. Nutren y sanan la tierra aportándole diferentes nutrientes y estimulando la vida microbiano del suelo. Sus raíces aflojan la tierra, la descompactan y la airean. Además, la presencia de una cubierta vegetal protege los suelos de la lixiviación (pérdida de nutrientes en suelo arenoso), del encostramiento por lluvias (formación de una costra en suelo limoso) y de la erosión (debida al escurrimiento en caso de fuertes lluvias asociadas a un terreno en pendiente). Esta cubierta vegetal también permite limitar el crecimiento de malas hierbas evitando el retoño de hierbas indeseables. Por último, los abonos verdes suelen ser melíferos y permiten atraer a los polinizadores.

Los abonos verdes se siembran en parcelas no cultivadas o bien en parcelas intercaladas, entre los surcos de hortalizas. Se destruyen ya sea Naturalmente por el frío, ya sea por siega antes de la formación de las semillas. Una vez destruidos, pueden dejarse en el lugar como acolchado, o triturarse e incorporarse a las capas superficiales del suelo, o bien recogerse y añadirse al compost.