Picea omorika - Pícea de Serbia

El Picea omorika o Abeto de Serbia es un conífero de gran tamaño con un porte característico esbelto y estrecho. Sus ramas colgantes se elevan en sus extremos, dándole un aspecto especialmente grácil y animado. Las ramillas densas parecen pequeños cepillos, con agujas punzantes de color verde oscuro y revés plateado. Portan conos colgantes muy ornamentales, de un hermoso tono púrpura violáceo antes de madurar. Gracias a su forma naturalmente estrecha, este majestuoso árbol no requiere poda. Sin embargo, se le reservará espacio, en pequeños grupos o en bordillos de un jardín grande. Muy resistente, se adapta a todo tipo de suelo bien drenado y fresco, con exposición soleada.

El Abeto de Serbia es una planta de la familia de las pináceas originaria de Bosnia y Serbia. Es una especie rara, endémica del valle del Drina (en el oeste y este de Serbia), aunque también puede encontrarse en Bosnia-Herzegovina. En su entorno natural, a menudo muy duro, este árbol supera los 30 m de altura y muestra un porte piramidal estrecho y ramas colgantes. Este conífero es muy tolerante con la naturaleza del suelo y soporta muy bien la contaminación. Su crecimiento es medianamente rápido. En nuestros climas, alcanzará más bien 20 m de altura y unos 3 m de envergadura, según las condiciones de cultivo. Las ramillas están cubiertas de agujas aplanadas, dispuestas en densas escobillas, y aromáticas (olor a resina). Son de color verde oscuro en el haz y tienen 2 bandas blancas en el envés, lo que confiere al follaje reflejos plateados. Este conífero monoico posee flores masculinas y femeninas púrpuras, discretas. Son seguidas por conos colgantes de unos 5 cm de longitud, especialmente decorativos: primero de un púrpura violáceo muy original, se vuelven marrones al alcanzar la madurez.

El Abeto de Serbia merece ser más plantado en los jardines, en toda España. Por su facilidad de cultivo, su personalidad única y su presencia imponente, es una planta perfecta para grandes espacios. Se adapta a numerosas situaciones, soporta la contaminación urbana y se ajusta a diversos climas, siempre que el suelo que lo acoge esté bien drenado. Lucirá bien aislado o plantado en grupos de 3. Debido a su sistema radicular superficial y su vulnerabilidad ante vientos fuertes, evita plantarlo demasiado cerca de viviendas. Las cualidades gráficas de los coníferos se imponen naturalmente en el diseño de un jardín contemporáneo, que prefiere la estética de las formas, siluetas y texturas al vaivén de las flores. Estas plantas de permanencia reconfortante estructuran duraderamente un macizo, marcan los caminos, bordean la terraza, sustituyendo fácilmente la presencia fuerte del boj podado o del acebo. Se asocian bien con brezos o plantas cubresuelos como las aubrietas, los cerastios, las salvias arbustivas, así como con arbustos de flor. Lo importante es jugar con los volúmenes y los colores.