Abies procera Sherwoodii - Abeto noble

El Abies procera 'Sherwoodii' es una variedad del abeto noble interesante por su follaje dorado y su estatura modesta. Forma un pequeño árbol de porte generalmente cónico, irregular, cubierto de un follaje dorado extremadamente decorativo. Con el tiempo, produce ramilletes muy densos en forma de escobillón. Su silueta luminosa y su porte suavemente original son perfectos para adornar una gran rocalla o el centro de un macizo dedicado a él.

El Abies procera, que a veces también se llama abeto noble, es una conífera de montaña de la familia de las Pináceas, originaria de Estados Unidos. Se encuentra en las regiones montañosas y húmedas de la cadena de las Cascadas, desde el extremo noroeste de California, pasando por Oregón y el estado de Washington. En la naturaleza, esta especie alcanza ocasionalmente entre 40 y 70 metros de altura y presenta un porte cónico estrecho. El Abies procera 'Sherwoodii' alcanza entre 3 y 4 m de altura y de 2 a 2,5 m de envergadura después de 15 años de cultivo. Su crecimiento es lento. Este pequeño árbol tiene un tronco corto y algo sinuoso del que parten, muy abajo, numerosas ramas horizontales de tamaño variable. Sus agujas muy finas son de color amarillo claro en primavera y amarillo dorado en verano, redondeadas en su extremo, dispuestas en espiral en la rama, pero ligeramente torcidas hacia arriba. El conjunto evoca pequeños escobillones de aspecto muy suave y luminoso. Su corteza gris es lisa, cubierta de bolas de resina, y luego se vuelve rojiza-marrón, rugosa y agrietada en ejemplares viejos.

El abeto noble 'Sherwoodii', con su silueta dorada un tanto peculiar, es ideal para animar una gran rocalla o un pequeño jardín urbano o de estilo japonés. Para decorar su base, puedes elegir aubrietas azules 'Cascade Blue' o la hierba de Hakone 'Naomi', por ejemplo. Las cualidades gráficas de los coníferas enanos se imponen naturalmente en el diseño de un jardín contemporáneo, que prefiere la estética de las formas, siluetas y texturas a la de las flores. Estas plantas tranquilizan por su permanencia, estructuran duraderamente un macizo, marcan los caminos, bordean la terraza. Forman, junto con las gramíneas medianas despeinadas, de temperamento muy complementario, escenas igualmente interesantes. Lo importante es jugar con los volúmenes y los colores.